El virus invadió el 80 por ciento de los pulmones de José Huaygua. «Mis hijos me despidieron pensando que ya no iba a volver», cuenta con la voz ahogada. Y aún así, luego de batallar por varios meses, logró sobrevivir. Pero después de un tiempo sintió que su cuerpo ya no era el mismo.
Su organismo «quedó totalmente lastimado». Lo notó cuando subió una calle empinada y padeció al hacerlo. Ahora, relata, debe detenerse de tramo en tramo para contener la fatiga y agitación constantes. Las actividades que antes disfrutaba hoy le son casi imposibles de ejecutarlas, como, por ejemplo, sostener un partido de fútbol con sus hijos o salir a trabajar.
«Tengo dolores de cabeza, en la nuca y en los riñones. Mi vida ya no es la misma», dice.
La enfermedad también menguó sus bolsillos. «Quedé prácticamente deshecho en el aspecto económico», cuenta entre lágrimas.
José, que es viudo y solía dedicarse al comercio informal, gastó más de 10 mil bolivianos en el tratamiento pese a que recibió atención médica gratuita de un doctor que al ver a sus hijos sin mamá le ofreció su ayuda incondicional.
«Lamentablemente las personas que no cuentan con recursos económicos, tienen que también combatir (las secuelas) del COVID-19», explica Miguel Alapati, otro sobreviviente al que el virus le dejó una huella que aún no se borra.
Miguel atravesó un cuadro moderado de la enfermedad. Pensó que quizá por eso iba a librarse de las secuelas, pero no fue así. «Me ha atacado al sistema nervioso», testimonia.
Vio que muchas más personas pasaban por la misma situación y decidió crear «ASOCOVID-19».
Según Alapati, esta entidad busca que el Estado boliviano abra un centro especializado en sanar las heridas físicas y psicológicas que deja la enfermedad.
Mientras eso sucede, ofrecen ayuda médica gracias a la alianza que lograron con un grupo de galenos de diversas ramas.
Para recibirla, deben enviar una fotocopia del carnet de identidad y una carta en la que se detalle su caso a la casilla postal 2244 o al número de WhatsApp de Alapati 71271242.